Históricamente el nivel de desarrollo de la sociedad se ha podido medir por el nivel de desarrollo de las fuerzas productivas, y donde mejor se expresa este desarrollo es en la jornada de trabajo. Efectivamente, a mayor nivel de desarrollo de las técnicas productivas, lógicamente que se requiere un menor esfuerzo y tiempo del hombre en las tareas de obtener su sustento. Esta idea la podemos graficar mejor comparando la cantidad de tiempo que le llevaría a un campesino roturar y sembrar un terreno con la vieja técnica de arado manual, de aquel otro que lo hiciese con tractores y toda la maquinaria moderna.
Bajo esta premisa, entonces es razonable pensar que la duración de la jornada de trabajo cada día debería irse acortando más y más hasta quedar reducida a una mínima expresión. Sin embargo ello no está sucediendo de este modo. Actualmente la jornada no solo no se está reduciendo de su centenario nivel de ocho horas, sino que en muchas partes, bajo las condiciones de desempleo reinante y la aguda crisis capitalista, los trabajadores se han visto en la necesidad de aceptar jornadas de nueve, diez y hasta doce horas, cuando no de tener que laborar en dos empleos a la vez para poder subsistir, como es harto conocido que sucede especialmente con los latinos y otras minorías en EE.UU. ¿Cómo se explica ello? ¿Cómo es posible que en la mayor economía del planeta, donde la técnica ha logrado los avances más asombrosos aún pueda suceder esto?. La respuesta la encontramos en la forma totalmente anárquica bajo la cual se desarrolla la economía capitalista, lo que a su vez ha conllevado a este modo de producción a un colapso que inevitablemente le lleva a su próxima extinción. Pero usemos otro ejemplo para explicar esto. La industria automotriz en sus inicios solo alcanzaba a fabricar unos cuantos autos, digamos en una semana. Posteriormente, la competencia entre todos los fabricantes fue estimulando el desarrollo de la técnica, lo que condujo a que hoy se fabriquen en ese mismo lapso de tiempo, no docenas, sino miles de autos. Ahora bien, llegó el momento en que esta sobre-producción ilimitada y anárquica, originó inevitablemente la sobre-saturación del mercado; es decir, que se producen muchos más autos de los que la gente puede comprar. Aquí encontramos el meollo del problema, porque entonces la única salida posible para el capitalista, que en ningún modo aceptará ver mermadas sus ganancias, es por una parte el cercenar los pocos beneficios del eslabón más débil de la cadena ¡ los beneficios del trabajador !, aprovechando la ventaja que para el significa el que haya miles de trabajadores desempleados fuera de la empresa esperando una oportunidad. Así pues se ataca el salario y otros beneficios de los trabajadores bajo la segura presunción que estos preferirán aceptar los recortes que perder su empleo. Otra medida es forzar mediante convenios económicos (como el ALCA) a los países más débiles para que adquieran sus productos, con los cuales las economías locales no tienen posibilidad de competir y que significan la desaparición de las empresas nacionales. De aquí se origina la fuente de todos nuestros males, de la competencia y la falta de planificación de la economía capitalista. Ella es tan culpable de que por ejemplo un gigantesco consorcio como la General Motors haya obligado a sus trabajadores a aceptar un convenio colectivo muy inferior a sus precedentes, como de que aquí cualquier empresa de vigilancia intente disminuir nuestros beneficios por cualquier medio posible.
Por todo ello, quienes abogamos por una sociedad socialista, estamos abogando en sí por el fin de la anarquía y explotación capitalista, para sustituirla por una economía planificada, donde todos y cada uno de los productores no se encuentran compitiendo entre sí, sino asociados organizadamente para dar lo mejor de cada quien a la sociedad. Esto permitirá un desarrollo tal de la ciencia, la tecnología, el arte y la cultura, que liberará todo el potencial constructivo contenido en cada uno de los integrantes de la sociedad, que librados de la esclavitud del trabajo como necesidad apremiante de supervivencia, dispondrá cada día de más y más tiempo para atender no solo sus intereses personales, sino para participar activa y efectivamente en las tareas de administración y gestión de la sociedad, dándole un verdadero sentido al significado de la palabra democracia, la cual para siempre dejará de ser una palabra hueca, una formalidad ajena al pueblo, para convertirse en una feliz realidad para toda la humanidad. Por un mundo así estimado lector, es por lo que luchamos los socialistas, y no por las aterradoras versiones con que los capitalistas nos bombardean a diario mediante sus poderosos medios de comunicación, para sembrar la desconfianza sobre ese régimen que pondrá fin a su explotación. Esperamos que tal aclaratoria haya despertado al menos tu curiosidad y nos ponemos a tu disposición para seguir conversando contigo sobre el tema. CONTÁCTANOS.
¡IMPULSEMOS TODOS LA LUCHA CONTRA EL IMPERIALISMO!
(Artículo originalmente publicado en nuestro periódico político-sindical GUARDIANES en Junio de 2004)
Bajo esta premisa, entonces es razonable pensar que la duración de la jornada de trabajo cada día debería irse acortando más y más hasta quedar reducida a una mínima expresión. Sin embargo ello no está sucediendo de este modo. Actualmente la jornada no solo no se está reduciendo de su centenario nivel de ocho horas, sino que en muchas partes, bajo las condiciones de desempleo reinante y la aguda crisis capitalista, los trabajadores se han visto en la necesidad de aceptar jornadas de nueve, diez y hasta doce horas, cuando no de tener que laborar en dos empleos a la vez para poder subsistir, como es harto conocido que sucede especialmente con los latinos y otras minorías en EE.UU. ¿Cómo se explica ello? ¿Cómo es posible que en la mayor economía del planeta, donde la técnica ha logrado los avances más asombrosos aún pueda suceder esto?. La respuesta la encontramos en la forma totalmente anárquica bajo la cual se desarrolla la economía capitalista, lo que a su vez ha conllevado a este modo de producción a un colapso que inevitablemente le lleva a su próxima extinción. Pero usemos otro ejemplo para explicar esto. La industria automotriz en sus inicios solo alcanzaba a fabricar unos cuantos autos, digamos en una semana. Posteriormente, la competencia entre todos los fabricantes fue estimulando el desarrollo de la técnica, lo que condujo a que hoy se fabriquen en ese mismo lapso de tiempo, no docenas, sino miles de autos. Ahora bien, llegó el momento en que esta sobre-producción ilimitada y anárquica, originó inevitablemente la sobre-saturación del mercado; es decir, que se producen muchos más autos de los que la gente puede comprar. Aquí encontramos el meollo del problema, porque entonces la única salida posible para el capitalista, que en ningún modo aceptará ver mermadas sus ganancias, es por una parte el cercenar los pocos beneficios del eslabón más débil de la cadena ¡ los beneficios del trabajador !, aprovechando la ventaja que para el significa el que haya miles de trabajadores desempleados fuera de la empresa esperando una oportunidad. Así pues se ataca el salario y otros beneficios de los trabajadores bajo la segura presunción que estos preferirán aceptar los recortes que perder su empleo. Otra medida es forzar mediante convenios económicos (como el ALCA) a los países más débiles para que adquieran sus productos, con los cuales las economías locales no tienen posibilidad de competir y que significan la desaparición de las empresas nacionales. De aquí se origina la fuente de todos nuestros males, de la competencia y la falta de planificación de la economía capitalista. Ella es tan culpable de que por ejemplo un gigantesco consorcio como la General Motors haya obligado a sus trabajadores a aceptar un convenio colectivo muy inferior a sus precedentes, como de que aquí cualquier empresa de vigilancia intente disminuir nuestros beneficios por cualquier medio posible.
Por todo ello, quienes abogamos por una sociedad socialista, estamos abogando en sí por el fin de la anarquía y explotación capitalista, para sustituirla por una economía planificada, donde todos y cada uno de los productores no se encuentran compitiendo entre sí, sino asociados organizadamente para dar lo mejor de cada quien a la sociedad. Esto permitirá un desarrollo tal de la ciencia, la tecnología, el arte y la cultura, que liberará todo el potencial constructivo contenido en cada uno de los integrantes de la sociedad, que librados de la esclavitud del trabajo como necesidad apremiante de supervivencia, dispondrá cada día de más y más tiempo para atender no solo sus intereses personales, sino para participar activa y efectivamente en las tareas de administración y gestión de la sociedad, dándole un verdadero sentido al significado de la palabra democracia, la cual para siempre dejará de ser una palabra hueca, una formalidad ajena al pueblo, para convertirse en una feliz realidad para toda la humanidad. Por un mundo así estimado lector, es por lo que luchamos los socialistas, y no por las aterradoras versiones con que los capitalistas nos bombardean a diario mediante sus poderosos medios de comunicación, para sembrar la desconfianza sobre ese régimen que pondrá fin a su explotación. Esperamos que tal aclaratoria haya despertado al menos tu curiosidad y nos ponemos a tu disposición para seguir conversando contigo sobre el tema. CONTÁCTANOS.
¡IMPULSEMOS TODOS LA LUCHA CONTRA EL IMPERIALISMO!
(Artículo originalmente publicado en nuestro periódico político-sindical GUARDIANES en Junio de 2004)
